Despedirse es de valientes
Asi es, despedirse, decir adiós, es un acto de valentia.
Hay adioses elegidos en los que uno decide despedirse de algo, cerrar una puerta, pasar pagina, desvincularse de una relación de pareja, de una amistad, un proyecto.
Aunque sea elegido no está exento de dolor, porque es igualmente una pérdida, algo que amamos, que hicimos parte de nosotros, que soñamos y debemos alejar.
Y duele ser el verdugo, el que pone el punto final, el que sentencia de muerte lo que deja.
Hay otros adioses que vienen impuestos….algunos inesperados, sin previo aviso, otros ponen punto final a una larga agonía…de algo que lentamente veíamos marchitarse.
Ninguno exento de dolor, de desgarrarnos, de querer extender la mano para poder aferrarse a lo que ya no está.
Hay que ser valiente para dejarse marchar, para dejar que te dejen, para marcharte, para no mirar atrás.
El mayor acto de amor es justo ese.
Dejar que te dejen y despedirte con valentia y con amor.
Elegir dejar a otro y despedirle con valentia y con amor.
Y conectar con ese dolor, con el sabor agridulce de todo lo que podía haber sido y nunca será.
Y conectar con todo ese amor y ese sabor agridulce de lo que sí fue , de la belleza de lo compartido y lo vivido que nunca se borrará.
Que todos tus finales sean grandes finales, llenos de valentía y amor.
Que seas valiente para amarte lo suficiente como para decir adiós cuando toque y aceptar el adiós de los demás cuando te llegue.
Decir adiós con amor, aceptar el adiós con amor, para seguir siendo amor en movimiento.
El amor nunca muere, solo se transforma y lo transforma todo a su paso.
Que tus adioses estén llenos de amor y te transformen.