Hace ya muchos años que te perdí, que elegiste otro lugar donde habitar, que me dejaste preguntándome porqué.
Hace muchos años que comencé a caminar ese camino que es el duelo, ese camino de dejar de ver con los ojos, para mirarte con el corazón.
Y he recorrido todas las etapas, he pasado por la sensación de que nada era real, por la de estar enfadada con el mundo entero, por caer en la tristeza más oscura y profunda y no querer estar más aquí.
Luego de pronto un día empecé a ver de nuevo la luz del sol, pero me costaba mucho estar alegre, no me parecía que tuviera derecho a volver a ser feliz.
Luego entendí, que la vida sigue, independientemente de lo que suceda, de que tú y yo estemos aquí, de que tengas a alguien a quien amar, de que estés solo, de que sientas que nadie te entiende.
Que el mundo y la vida no se paran por nada, ni por nadie, y eso también me hacía estar enfadada.
Nunca llegué a entender porque el mundo no se había detenido también.
Pero casi sin querer, de nuevo otra vez, empecé a ver los rayos del sol y a sentir cómo iluminaban mi cara, y empecé a sentir que mi corazón congelado comenzaba de nuevo a latir y sentí deshacerse la capa de hielo que lo envolvía.
Y muy poquito a poco volví a sentirme feliz, a permitirme estar alegre, a disfrutar de la vida.
A veces pienso cómo sería si estuvieras aquí, si te gustaría este sitio nuevo de vacaciones, o que me dirías cuando tengo un problema, y es extraño porque de alguna forma sé que me acompañas siempre, que ahora veo la vida con mis ojos y con los tuyos.
Y también hay días como hoy, en que de nuevo siento una opresión muy grande en mi pecho y te echo tanto de menos que no puedo casi respirar.
Y en días como hoy, me dejo caer, porque he aprendido que estos días también son importantes, que tengo que escucharme y dejarme sentir.
Y que tengo derecho a seguir estando triste de vez en cuando, o a emocionarme cuando veo fotos o te recuerdo.
Y no pasa nada, porque tú siempre vas a formar parte de mí y yo de ti y honro estos momentos de tristeza que me sirven para reconocerme vulnerable y a la vez sentir que estoy más viva que nunca.
Os invito a honrar vuestros momentos de tristeza y dejarlos salir, porque ellos también tienen un propósito y nos ayudan a seguir avanzando.